
Que atrevida brisa pasea por las plazuelas
y toma el pelo a los faroles despiertos en la cabañuela de la melancolía,
estar triste es una utopía que saborea la memoria a solas,
y yo uso de excusa cualquier tema para escribirte.
Contarte que tu nombre se me escapó en el ruido de la playa,
tropezando con el pañuelo gastado de un lado mío que no es tan mío,
pero tú sabes, sólo tú, que me hice viejo a propósito para volver a ser joven,
para orar por nuestro secreto,
para decirte que el campanario sabe cantar desafinado,
para cenar contigo en mi cabeza
y pedirte la mano cuando descanse el tiempo,
y aunque a no sean horas apropiadas
pasear por la alameda mayor y ver palomas libres dormir por la tarde
cuando el sol señala fatiga y a la deriva se divisa la promesa perdida
de una muda ilusión que brama tu nombre retando el olvido.
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