
El chino que de esperar me tiene pelado,
que nació de otra madre, qué naturaleza
crecer a distancia y conectados
por las musas que no nos tienen paciencia,
paseamos música, sin darnos cuenta
teníamos una mina de talento,
no explotarlo, fue una indecencia
el pecado mortal de nuestro acento,
a los veinte cocinabamos sueños
en la caldera rota de una canción,
cada verano se quitaba el velo
cuando el invierno nos nutría el corazón,
y conocimos faldas amazonas
en la plazuela abandonada de la utopía,
cada extraño de turno era buena persona
cada frase sin sentido, poesía,
y acercándonos a los treinta,
el sargento de barranco nos reinventa
el macerado atrevimiento de componer,
y febriles como debutantes de tintero
una media verónica para el ruedo
y esperar a la libertad en el último tren.
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