
Noche de cuerpo, dime como quieras
qué pesar obstruyen tus venas,
ese color suave de canas
condimentando la piel de la primavera,
sin rosarios para tu manías,
clan de cansados ojos marrones,
para primera dama tu corazón de María,
para confidentes, Opus Dei y Masones,
cuanto te luciste con comensales
sin cobrar por llenar sus bastos intestinos,
sonreír siempre al culminar la tarde
y darle la espalda al enemigo,
que paz que acaricia tu almohada,
tantos recuerdos dormidos en el césped
de una finca abandonada
por Mamá Lola y sus doce hijos silvestres
ama de llaves del destino
que adoptaste a tus sobrinos
y corregiste el surco de sus metas
Ignacia Medrano suena fino,
sacándole los dientes a los vecinos
del alma de Dios que te contesta
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