Digo tu nombre, como mi primera palabra
como el balbuceo moribundo de un suspiro,
como el poderoso latido
encerrado dentro de mi pecho,
(perdón por decirlo tan alto)
grito la bendiciones que me viertes bajo la ropa,
el abecedario que entonamos bajo el techo,
la complicidad irresistible que nos toca
sin mesura, el ascensor del septimo cielo,
dame un beso largo
como la garganta infinita de un gigante,
déjame prometerte lo que no tengo
quítame el sabor amargo
de las bebidas acogidas en mi cuerpo;
déjame contarte como arde mi alma
sin pedir permiso a los ángeles
viaja en un segundo por el borde de la galaxia
y te dejo un ademán a disparate,
con esta bandera mojada que defiendo
todos mis mandamientos
a ser la diestra de nuestro corazón mancomunado;
es decir, mi mujer, tu hombre,
evaporar el tiempo que se esconde
en parcelas de caricias que hemos sembrado.
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