
Salió porque su corazón me extrañó más ese minuto y llegó a buscarme, sin importar el tráfico de san Isidro, ella llegó hermosa con un humor tan bonito como ella, con su hermoso polo rosado, su hermosa forma de caminar, ¿ser más hermosa? Eso sólo los santos lo saben, estaba bien planeado ir al parque del Olivar, un oscuro, acogedor, inmenso y gringo parque a las espaldas escondidas de la municipalidad de San Isidro.
En el camino una estruendosa armonía de colectivos, combis y taxis, despavoridos, incontrolables, disputaban quien tenía la bocina más alta, el calor del verano no nos regalaba ni un poquito de brisa para llegar caminando al parque, no estaba nada cerca, ella venía de una entrevista laboral, cansada de andar con los pies agotados y heridos por sandalias incómodas para oficina, y yo venía de la rutina inquebrantable de andar a ganarme algunos solcitos para seguir pasándola bien mientras no hayan canas.
Usando improvisados atajos y esquivando veredas en mantenimiento de otro improvisado alcalde, pues que la pasábamos bien contando chistes, ella seguí con su hermoso humor, su hermosa sonrisa, y su hermosa mirada, todas dirigidas a mí, sin ponerme en segundo dolor con su obvio cansancio, vimos vírgenes de piedra en un parque de olivos, señoras de más de ochenta años corriendo con su esposo al lado, sin sudar un gota, perros que corrían despavoridos por unos minutos sin correa felices, saboreando la falsa libertad; yo miraba a Claudia, más pendiente que nunca de llegar al Edén prometido, entre parejas que se ocultaban en las sombras de frondosos árboles que cruzaban sus dedos por no ser pillados por los gendarmes del orden y niños solitarios jugando con un pelota usando el poderoso tallo de alguna planta como amigo imaginario. La pasábamos bien yendo a lo Indiana Jones en busca de un ambiente para reír, sin morbo alguno, sólo pasarla juntos.
Yo sabía que en el centro del parque había una mediana fuente, donde alguna vez habitaron pececitos de colores, alegrando la vista de niños curiosos y hambriento gatitos, cuando al fin logramos llegar al centro del corazón del parque, habían banquetas llenas de parejas, no todas heterosexuales, no todas besando, y no todas parejas de a dos, la primera tenía a una mujer muy enfadada indignada y reclamando disculpas al perplejo hombre que se sentaba a su lado, ni siquiera la oscuridad del inicio de la noche ocultaba el rubor de sus parpados cerrarse por vergüenza, la segunda banqueta tenía una pareja de hombres conversando con cierta timidez sobre alguna noche pasada, que Dios sólo sabe que habría pasado, yo seguía tomado de la mano de Claudia, ella seguía hermosa, y mientras nuestro plan de impro se venía a cansar, hallamos una banqueta vacía, nos sentamos y jadeando de sed deseamos estar en casa para preparar una deliciosa limonada frozen, que no sabíamos preparar, aún.
Mientras yo recuperaba el poco aliento que tenía, de casualidad miré al cielo y una brillante mitad de cara de luna alumbraba el cielo, lleno de curiosas estrellas luciéndose como brillantes en el tul, yo quise fabricar un momento cómico y romántico y tararee la canción de la película Ghost, Unchained Melody, pero ella, como siempre tuvo una mejor idea y me cantó Thriller de Michael, y nos matamos de la risa, por la fallida escena de amor, y el triunfo del humor sobre todo, cuando nos agitábamos más por el dominio de las carcajadas, y seguro uno de mi pulmones había perdido ya la vida, ella abrió los ojos y me dijo mira, yo volteé y logre ver una luz naranja resbalando por el cielo, como los duendes se resbalan por los arco iris, una tímida estrella corría por las sábanas de la noche, y Claudia me dice, amor pide un deseo, y yo pedí el mío y ella el suyo, y no sabíamos que decir, sólo, vimos una estrella fugaz, pensé que no existían, que bonito, y no decíamos nada coherente más que eso, era emoción pura, trashumante, no decíamos nada con sentido, pero era lo más real que nuestros corazones sentían, habíamos sido bendecidos por el azar de tener una noche mágica, una noche Disney, si así lo describo más claro, una noche donde uno puede besar a su pareja y volver a sentir eso que sientes el primer día, esos nervios, ese niño que hace que saltes y caminemos como bobos por la calle, sin darnos cuenta que casi nos atropellan, pero felices de todos modos, habíamos visto una estrella fugaz, la primera estrella fugaz para ambos, habíamos ganado una historia romántico al final de las espaldas de nuestro incontrolable sentido del humor, Claudia esta ese momento mucho más hermosa de lo que describí desde el inicio del relato, para que me entiendan, me puse celoso de la noche, celoso de la vida y en ese instante con un deseo pendiente bajo la falda de luces de una estrella fugaz, sabía que no pasaría algo así de nuevo, la mujer de mi vida y yo habíamos compartido algo que nadie nos quitaría, algo que es primera vez para los dos, ya no éramos vírgenes estelares, y de alguna forma nos dio más seguridad de todo estaba yendo bien. Y para quitarle ese dulce sabor de amor de esa bonita experiencia, mi hermosa Claudia cantó de nuevo Thriller, y nos fuimos a su casa a preparar esa limonada frozen que no sabíamos y a contar sobre esta linda experiencia, ella puso lo que sentía en el facebook, y yo aquí contando, la bonita noche que estrella se resbaló de la cama de la noche para regalarnos una sonrisa indeleble de amor.
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