
Pensionista sin sueldo, malnacido
del suburbio invadido de escarcha,
asesino confeso de Cupido,
dos dagas clavadas por la espalda,
escribano, prestamista de sueños
de pobres infelices de esperanza,
ni mi novia pone sus manos al fuego
por este forastero de la alianza,
con la almohada ahogo descanso
embargados de los callos de mis pies,
más cansado que celibato en un convento
los poemas que me salen al revés,
iré al grano, y me duermo en el paredón
con la flor marchita de la confesión,
que conozco el infierno por motivos obvios,
si malgasto tu tiempo, no perdones
si ves mi corazón con arañones,
y una nota que dice “mal novio”.
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