Cuando un escritor necesita una obra no tiene piedad con sus musas,
pues son de él, él las alimenta de su desesperación
y se luce en su cordura perdida con el colmo de la flagelación de ideas
y el abandono crónico de la originalidad,
la obra ha de ser exquisita en segunda prueba e influeyente a ideas nuevas y absurdas
tan viceral que cambie la vida de un miembro de la especia,
el escritor se vuelve asesino por una línea propia;
es escritor el que llora cuando no escribo y no vive
si sabe que hay otro mejor que él...
el que no espera más premio que la lectura de terceros.
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