Érase o fue una tarde canalla, porque jugaba Rosario Central con River, perdieron, pero el día tenía esperanzas de ser mejorado. Yo lucía una deplorable pinta de chico de 24 que vive con 48 años de más por trasnochador, buscaba en la refri de mi casa algún gatorade bendito con que regar mi lengua, y esperar la tarde para buscar a Claudia con un cuerpo falsamente renovado de fuerzas, si han pasado por eso sabrán que ese ritual será toda la vida mientras tengo higado y riñones funcionales.
El viaje de casa a San Miguel me ayudó para hacer una alianza con mi vista cansada, que estaba por demandarme por explotación laboral por daños colaterales, qué más daba, trabajaba en una empresa de seguros que me acaparaba todo el día, y el poco tiempo libre de la alfombra de la oficina aprovechaba para vivir mi vida a mi manera, con la mejor cómplice que he conocido, Mi Claudita.
Como hacíamos en ese entonces, paseabamos poco y nos ibamos a conversar y compartir historias al Marina Park, un centro de entretenimiento viniéndose a ruinas, pero que me fascinaba, me asaltaba toda la pasión para contar historias, sobre todo la guarida donde sembrabamos nuestros primeros encuentros, Claudia y yo, El Hawai, un restaurant bar muy standard, pero que de acogedor le sobraban motivos, podía fumar y beber a libre albedrío, Claudia demostrando que su higado no conocía límites, me ayudaba en el crimen de agotarnos caja y media de cerveza entre los dos, el mozo del restaurant celebraba siempre nuestra resistencia, hasta nos daba el lujo de poder cambiar la radio sin la necesidad de gritarle el favor.
Luego de salir casi destruído, acompañé Claudia a su casa, como todo caballero debería hacer, siendo una de mis tradiciones que más cuido, cuidar a la dama de mi vida.
LLevaba la casaca más vieja del closet, no estaba afeitado, tenía el cabello desordenado, apestaba a licor y tenía una camisa sucia, con todas esas cualidades que me servían para ser contratado como modelo seguramente del más buscado de maranguita o la próxima cogida de Lurigancho, y para que el destino me demuestre que quien manda es él, pasa la mamá de Claudia, una señora buena moza, delgada, bien arreglada, y Claudia se da cuenta de que su progenitora estaba rozando nuestra ubicación y le pasa la voz, con poca cautela, y me presenta ante ella, yo sudaba toda la cerveza de nervios, tartamudeé y no podía ni decir mi nombre, la señora de muy buen humor me saludó, no me miró para nada mal, pero se fue rápido llevándose a Claudia a su casa, para tomar lonche, yo aproveché para escapar de tremenda escena de miedo, una escena que podía compararla como ver el Exorcista 1 en 3D a todo volumen a los 3 años en casa.
Unas semana después, en alguna salida matinal de feriado, acompañé a Claudia a casa de su abuelita, para esto Claudia me había contado el caracter de su papá, su seria desconfianza con los extraños, su elegante manera de mandarlos al diablo, y sobre todo su imponente mirada, la cual provocaba según mis proyecciones una impotencia sexual que podría acabar con mi existencia juvenil en ese momento, estabamos en la puerta de la casa cuando un señor delgado, con una frondosa cabellera canosa, mirada seria, y sólo diciendo "Buenas Tardes", Claudia me presentó, y me invitó a pasar, yo inventé algún pendiente urgente, y me fui, aseguro más rápido que Speedy Gonzales, Epa!! Epa!!!
Es obvio que su papá se dio cuenta que me aterré, porque Claudia me contó tiempo después que su papá le afirmó a ella, " Se Espantó".
Yo ya tenía la suerte de conocer a lo para ese tiempo serían posiblemente mis suegros, hoy pasados ya 3 años de esos eventos traumáticos, que dejan secuelas en el caracter de coquetería de mis actitudes, pues he aprendido a convivir con gente extraña a mi vida.
Don Marcos, un caballero joven, fiel melómano, con quien dominicalmente veo videos de rock de los 70 y 80, es unos de mis mejores amigos, siempre conversamos sobre planes futuros, adelantemos risas, y tengo un sueño, llevarlo alguna tarde a jugar billar y conocer ese lado callejero de hombre del Rimac, cómo él siempre me subraya. Pero en si es un tipazo.
Y la Sra Rosa, la madre de Claudia, es el tipo de suegra que quiere todo chico, sin necesidad de sorprenderla, ni fantasear con logros falsos, una sugera que cocina bien de verdad y con el que hasta en oportunidades yo ya entrado en tragos, juego a que soy su amiga, es que este tipo de vida, de tener familia que no es tu sangre pero que sí las amas, es la mejor parte nueva de mi vida.
Siempre hay una historia de terror para la semana no?
Y eso que no les cuento cuando conocí a la abuela...
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