
Siento en mi espalda la manta pesada
de los años que no te conocí,
un taxi era el carruaje a la nada,
un "te quiero" una invitación a dormir;
las damas primero, por quién me tomas,
si el pasado se limpia con la pomada de la oportunidad,
las yagas de una tormenta no se compra
y tu falda de quinceañera aún me ofrece suavidad;
en la nube más lejana del destino,
sin olfato, ni buitres domados, ni permisos,
tú y yo lo tuvimos y lo quisimos,
es hora de decirnos adiós sin testigos,
se desborda por el filo de este sobre
la sangre de esta carta de mi mano pobre,
confesando que desde amiga, ya me tenías...
y a los pies de mi cama yo rezaba,
porque el parte de mi amor te llegara
y te animaras cualquier tarde a ofrecerme compañía
No hay comentarios:
Publicar un comentario