Qué milagro más se les escapó a Dios a Alá y Buda,
qué sentencia para los espejos,
la belleza en el tocador suda
en la silueta encantadora de tu reflejo,
se arma guerra en la montaña a tu nombre
y se conforma el perdedor a mirarte,
soñarte sale caro al despertarme
con el sabor de tus labios que me absorben,
sarcasmo del deseos el desearte
y mapa falso del infierno poseerte,
tocar el cielo con la piel en un instante
y sembrar amapolas de papel por no perderte,
sabrás tú como avanzar en mi memoria
si esta historia la cuento
desde mi torcida perspectiva,
mujer que sabe ser mujer, agua de gloria
bendición de la sal y ungüento
y para calmar al divino es fruta prohibida.
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