
Me quedan dos cigarros,
uno para acompañarme en lo oscuro
y otro para disfrutar del paisaje de tu beso,
de los recuerdos que nos inventamos
del inventario de nuestros secretos,
de la ventana abierta de la confianza
y en la noche
cuando me encuentro a solas conmigo,
pongo en la mesa mis misterios
y garpo para confesarme en el espejo
que no nació mujer que más he querido
cómo tú,
esa tarde de telepódromo
donde la cita se hizo una promesa incierta
al chance que se me negaba
de un poco de tu compañía,
yo alcanzando los treinta
siento que se me reinventa el alma
al decirte sin delicadeza,
que mi alma duerme contigo,
que ya no conozco enemigo más cruel que la duda,
que me deshago sino te apuras
a ver cómo hay raíces tuyas en mi nido,
que quiero el sexto sacramento contigo,
que me desvivo por vivir a tu lado,
que se me caen las lágrimas
al ver congeladas las ánimas
vagas de mi ansias,
que soy un niño malcriado en la misa,
que no música más mágica que tu risa,
que quiero abrir las cortinas contigo
que quiero que hablen los vecinos
de nuestro amor que se desborda de la palabra
como un cometa perdido en tu cabello,
como te lo dije cuando nos conocimos
yo soy yo sólo contigo
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